Por Hugo E. Grimaldi
Con Javier Milei no hay quien se aburra. La crítica más venenosa a esa disposición a estar siempre en el centro de la escena podría ser la de marcarle al Presidente su marketinera propensión a mostrarse, tal como si corrieran tiempos electorales, mientras el ajuste que padecen los ciudadanos no deja de tener tropiezos políticos y dificultades de ritmo y planificación (caída de la Ley Ómnibus y suspensiones por amparos contra el DNU) que fatalmente han alejado en el tiempo la tan necesaria estabilización de las variables.
Al día de hoy, la adecuación de todos los precios relativos, salvo el de los salarios, avanza explosivamente rápido para una sociedad que, por ahora, camina rumbo a la “tierra prometida” (valga el ejemplo bíblico del “Éxodo” que tanto usa el Presidente) aunque acusa una prematura fatiga, ya que la agobia lo que presume va a ser una “larga marcha” (con perdón de Mao) por falta de entrenamiento, mientras siente que cada día se empobrece un poco más, debido a que la zanahoria se le va alejando. Y aunque sin entender demasiado, la gente repara positivamente en las señales de superávit y la baja de los dólares financieros, a la vez que observa una notoria pendiente productiva que le oscurece el horizonte.
En general, la sociedad está preocupada por lo primordial del día a día: cómo llegar a fin de mes, ya que se siente más que abrumada por la imparable nominalidad (se han visto productos de cuatro ceros en algunos supermercados) pero, esencialmente, por la falta de plata en el bolsillo, dinero que no se repone con la suficiente velocidad y volumen. Los gremios cacarearon contra todo aquello que los perjudicaba, pero se muestran lentísimos a la hora de acelerar paritarias, por ejemplo, mientras que los jubilados pierden poder adquisitivo minuto a minuto. Hay entre la gente, algunos privilegiados que desahorran, pero los más han comenzado a endeudarse con los parientes, los amigos, la tarjeta o el carnicero.
Más allá de que se han perdido dos meses valiosísimos, un proceso tan delicado que necesita de alguien que contenga, pero ocurre que Milei es especialista en patear tableros y de sicología social parece no saber demasiado. No todo es ser anti-casta, rugir y romper el escenario y menos ahora, cuando la Corte será actor primordial de mucho de lo que se viene.
Es verdad que si el Presidente apaga lo que es su impronta de “enfant terrible” (disruptivo, rebelde, provocador, excéntrico y de abierto desafío a las normas establecidas) corre riesgos de imagen, pero el decoro de mostrarse preocupado por el sentir y el padecer de miles de compatriotas le podría dar rédito también. Habida cuenta del panorama económico tan grave que se vive (cada lector podrá inferir por culpa de quién), los tiempos no son los mejores para hacerse el loco ni para pelearse con Lali Espósito. Mejor es cruzarse con muchos gobernadores que gastan con el criterio de que “alguien proveerá” (y eso ha llegado casi siempre de la Nación), aunque tampoco resulta el proceder del todo atinado, si después –agravado por los insultos- hay que negociar con ellos los votos que faltan en el Congreso.
Terminado el papelón que el oficialismo hizo en Diputados, ya que La Libertad Avanza no logró pasar de salita de cuatro y deshizo medio andamiaje legislativo sin mayor rédito, Milei retomó algo de aire en el exterior con su viaje doblemente ecuménico a Israel y el Vaticano. A su regreso y de modo inconveniente para los tiempos duros que vive la ciudadanía, el Presidente se enredó en la polémica con el uso indiscriminado de fondos públicos para pagarle a los artistas y, en otro nivel, le salió al cruce a Cristina Kirchner y a su manifiesto político que, en sus 33 páginas, está lleno de inexactitudes económicas, pero también de mucha hipocresía.
Por su parte, Mauricio Macri movió sus fichas amparado en la barranca legislativa de los libertarios. El ex presidente no ha tenido muchas dificultades en explicar que si Milei hoy está en la Casa Rosada es esencialmente por el aporte de Cambiemos (del PRO en particular) y cualquier ejercicio numérico entre la primera (bancas en el Congreso) y las segunda vuelta (55,6% para Presidente) así lo corrobora. Lo que Macri hoy busca en verdad no es una “fusión”, sino plantear los apoyos en el Congreso de un modo más orgánico.
Dicen que no se habló de cargos, pero a todas luces la inexperiencia de LLA es la gran responsable de toda la pérdida de tiempo: se habla de agendas de “convergencia” y de un manejo de la Cámara Baja con criterio más profesional. El ex presidente estaría viendo como, por segunda vez, y pese a sus consejos, el shock no funciona por las piedras en el camino y sabe que si esta vez no se profundiza, todo el proceso se va a quedar otra vez a mitad de camino, incluido el actual sufrimiento de la sociedad. No está claro determinar si hoy Milei lo vé de la misma forma.
En tanto, el tercer poder del Estado, la Corte Suprema de Justicia, deberá trabajar intensamente en los próximos meses, ya que las provincias se le irán a masivamente a las barbas al Ejecutivo por una serie de decisiones de la Nación que afectan su funcionamiento, para ellas en contra de lo que dice la mismísima Constitución. En muchos casos, el proceso será un poco más convulsionado aún porque, como se dijo, el Presidente no ha ahorrado calificativos hacia las malas administraciones provinciales, tema que, en algunos casos, abordó con referencias personales –ofensivas a veces- hacia los gobernadores.
El texto de 1853 preserva el federalismo, pero en general, toda la estructura constitucional está diseñada para equilibrar el poder entre el gobierno central y las provincias, garantizando la unidad nacional mientras se respeta la diversidad regional. También allí se reconoce y se garantiza la autonomía de las provincias y eso significa que ellas tienen su propia Constitución, gobierno y capacidad legislativa para abordar asuntos locales, los presupuestos incluidos. Este es el principal argumento del Presidente.
Además, el Congreso Nacional está compuesto por dos cámaras: el Senado y la Cámara de Diputados. En el Senado, cada provincia está representada por igual, independientemente de su tamaño o población, lo que garantiza la participación equitativa de todas en el proceso legislativo federal, más allá de las leyes que regulan el embudo de la distribución de fondos. Este es el principal argumento de las provincias.
Como la Constitución establece también, la Corte Suprema de Justicia de la Nación como el máximo tribunal de la República será el encargado de garantizar la supremacía de las leyes y de resolver conflictos de competencia entre el gobierno federal y las provincias, de todo esto se hablará en las próximas semanas. Se especula también con que la gravedad de la hora es tal que los jueces no podrán dilatar demasiado las cosas.